UNA PEQUEÑA APORTACIÓN DESDE MI HUMILDE EXPERIENCIA, SOBRE COMO SE PUEDEN INTENTAR SOLUCIONAR LOS PEQUEÑOS PROBLEMAS DIARIOS QUE SE PRODUCEN EN LAS ESCUELAS.
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domingo, 28 de mayo de 2017

FINAL DE CURSO, EVALUACIÓN Y HERRAMIENTA DE CALIFICACIÓN

Se acerca el final de curso y con él las sesiones de evaluación. Los docentes nos ponemos muy serios cuando empleamos esta palabra, y más si lo que se decide es la promoción o no de un alumno/a. Nos sentimos con una responsabilidad que roza lo judicial, puesto que con nuestra decisión vamos a determinar el futuro próximo de un niño o una niña. Está bien, así debe de ser, aunque me parece que otras cuestiones, como la evaluación de nuestra labor, que es mucho más importante, la tomamos mucho más a la ligera. Sin embargo, es cierto que somos profesionales y estamos capacitados para juzgar el desarrollo educativo de nuestros alumnos/as. Pero lo curioso es que cuando en dichas sesiones de evaluación, surge alguna discrepancia sobre lo conveniente o no para un determinado niño/a, algunos compañeros se transforman repentinamente en calculadoras y tan solo son capaces de repetir cifras sin ningún otro argumento. "Es que tiene un cuatro con veinticinco". "Es que la media de las evaluaciones no le llega, aunque ahora mismo sí que ha alcanzado los contenidos mínimos", y un sin fin de argumentaciones de este estilo. No se oye hablar si el alumno/a es competente, si se le ha evaluado teniendo en cuenta todas las posibilidades que hacen referencia a las inteligencias múltiples, o sea si se han usado varios instrumentos de evaluación además de las consabidas pruebas escritas,..
Lo cierto es que los docentes hablamos de evaluación pero lo que realmente hacemos es calificar, y calificar contenidos adquiridos, con una miopía tal, que si fuésemos capaces de vernos a nosotros mismos en determinados momentos, nos resultaría sonrojante.
Los cambios en el modelo de evaluación, realizando un inicio de derivación hacia lo competencial no son cosas de la LOMCE, ya en las leyes anteriores estaban contemplados, pero los maestros/as nos negábamos a verlo. Como a todos los colectivos, nos cuesta realizar cambios en nuestro modelo de actuación. El cambio de evaluación no es posible sin una transformación metodológica. Es de las pocas cosas positivas que le veía y le veo a la LOMCE, y sin embargo por no buscar una adecuación real de nuestro trabajo, más allá de pequeños postureos con nombres en inglés, somos capaces de desecharlos sin tener antes un proceso de reflexión.
Debemos valorar las capacidades de nuestros alumnos/as, su forma de encarar los problemas, las estrategias que son capaces de establecer, las técnicas que dominan y que utilizan, en suma su capacidad competencial. Como digo que si queremos cambiar algo dentro del colectivo docente, debemos facilitar  la labor. Os vuelvo a compartir la herramienta de calificación por áreas y competencias a través de los instrumentos de evaluación. Solamente hay que descargarlas desde el widget lateral del blog. Os comparto también aquí los video tutoriales. De todas formas debemos tener claro que no hay que cambiar la calificación, sino la evaluación de todo el proceso, es lo que realmente nos llevará a la transformación del sistema educativo. 



miércoles, 24 de mayo de 2017

¿Cuántas religiones deben atenderse desde la escuela?

Leo con estupefacción un artículo de opinión en el Heraldo de Aragón donde se critica la petición de un padre, agnóstico en sus creencias religiosas. Reclama que su hijo pueda acudir a un colegio donde ninguna confesión religiosa esté presente en el Proyecto Educativo del centro. Como argumento, el periodista, plantea que por el mismo motivo  una persona católica tiene el derecho a llevar a su hijo a un colegio con ese ideario, cuestión que nadie pone en duda; pro es que además, por el mismo motivo, esgrime que debe ser financiado por el erario público, lo cual ya es algo más que discutible.
No se puede comparar el derecho a la no alineación religiosa en la escuela, para que esa facultad corresponda únicamente a la familia, que el derecho a poder elegir un colegio de una determinada. Si así fuera ¿no tendría el hijo de musulmanes, hebraicos, mormones, evangelistas, budistas, anglicanos y animistas el mismo derecho a tener a su disposición un centro con concierto educativo que atendiese sus demandas religiosas? Se puede contestar que no hay demandas suficientes para atender estas peticiones y que no sería rentable ¿Pero es la rentabilidad económica el listón que debe definir si los ciudadanos tienen un derecho o no? ¿El número de personas hace que un derecho pueda llevarse a cabo o deba soslayarse?
Los argumentos se caen por su propio peso. Estamos en una sociedad donde a base de repetir machaconamente  algunos argumentos los damos por ciertos sin llegar a realizar ninguna reflexión sobre los mismos. Tanto es así, que eliminamos del currículo un área como Educación para la Ciudadanía,  con el argumento que era alienante, y sin embargo, aumentamos el horario de la que lo es por definición, puesto que se basa en la fe y no en la razón, la religión, sea la que sea. Total, en estos tiempos con los casos de corrupción, los casos de violencia de género, los casos de ataques terroristas, no es necesario que desde niños/as reflexionemos sobre nuestro comportamiento individual dentro de la sociedad en la que vivimos y que debemos mejorar. Es mucho más educativo que nos tengamos que creer a pies juntillas aquello que se nos dice, muchas veces con el ejemplo opuesto, desde las altas jerarquías del dogma x, me da igual el que sea.
No, no es lo mismo pedir una educación en valores generales y aceptados por todos/as, que querer unos concretos y determinados por un determinado dogma. No vale con decir que un rezo no le hace daño a nadie aunque no sea creyente, me temo que no vale, sobre todo porque a las personas a las que les he escuchado este argumento siempre lo esgrimen cuando es el de su religión el que no es dañino.
Lo lógico es que la escuela financiada por todos/as fuese agnóstica, que no atea, creo que sobra la aclaración pero mejor matizar. Cada familia, después, en las horas de su convivencia, debe decidir la orientación religiosa que quiera darle a sus hijos, y llevarlos al templo que consideren conveniente.
Se puede argumentar que para ello está la libertad de elección del área de religión en la escuela, pero tampoco es así. En una como la mía, donde se oferta religión católica, religión islámica, religión evangélica y valores, con diferente horario de los docentes para cada una de ellas, lo único que conseguimos es una desorganización del resto del currículo, sin que además, se pueda profundizar en demasiados valores religiosos. Por otro lado, los valores ciudadanos, que se pueden abordar desde la clase de religión, o no, quedan más y mejor trabajados en unos alumnos/as que en otros, solamente por el tiempo que se dedica a su reflexión y concienciación desde el área de valores que algunos no reciben dichas clases ¿Es que no tienen la suficiente importancia en sí mismos? ¿A lo mejor es que no hay interés en conseguir ciudadanos reflexivos y responsables y es mejor tener gente sumisa que se crea los relatos con los que nos quieren alienar?
Yo como profesional, que ha impartido Educación para la Ciudadanía, me sentí altamente ofendido cuando se comentaba que estábamos adoctrinando a los niños/as desde nuestra área. Repito que soy profesional de la educación, que tengo muy claros los valores que debo impartir, separándolos de mis ideas personales, y sin embargo se me tachaba poco menos que de manipulador de la mente de los alumnos/as. Sin embargo, la labor de un cura, de un pastor, de un imán o de un rabino o de las personas designados por ellos para la labor escolar, no se cuestiona, algo tenemos que hacer para mejorar una sociedad que no quiere fiar de los profesionales que ella misma ha elegido y sí que lo hace de otros cuya elección ha recaído en figuras externas.
En teoría, ningún grupo quiere nada malo para sus miembros, no me refiero a las élites de los mismos, sino al grupo social en sí. Sin embargo, hemos dejado que se demonice a los profesionales que han llegado a determinados estamentos sociales tras superar las pruebas de promoción que la misma sociedad ha impuesto. Si eso es así, a lo mejor deberíamos cambiar el sistema de acceso o de control de esos puestos, pero no es normal desconfiar de su labor profesional.  Confiar más en aquellos que no lo han superado, solamente porque comparte una determinada fe religiosa, no me parece razonable. ¡Ah! que esto va de fe y no de razón, ahora comienzo a entender.
Si miramos hacia arriba todos/as vemos el mismo cielo, eso es lo que se debe tratar en la escuela, aunque luego cada uno puede creer que detrás hay lo que quiera, pero eso ya es labor de la familia.

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domingo, 21 de mayo de 2017

Los docentes debemos ser PROFESIONALES antes que artistas.

Lo atractivo de lo bello, de lo bonito es algo innegable. En una sociedad como la nuestra, donde lo inmediato tiene un lugar de preferencia, donde lo visual prima sobre cualquier otra forma de acceso a la información, precisamente por eso, por la velocidad en el procesamiento de la misma, no podemos caer en la tentación de generar nuestros juicios de valor desde esta única perspectiva. Últimamente en los claustros docentes, se escuchan valoraciones sobre metodologías, sean innovadoras o no, como ¡qué bonito! ¡qué cool! o ¡qué cuqui! Sin embargo juicios de valor como ¡qué eficaz! o ¡qué buenos resultados se obtienen! son mucho menos frecuentes. Lo cierto es que estamos perdiendo un poco el norte de los objetivos de nuestro trabajo. La belleza en los materiales preparados y su atractivo  visual son importantes, pero desde luego no pueden ser el eje sobre el que vertebrar una determinada metodología, ni el eje director de nuestro trabajo.
Si queremos implantar una innovación educativa en nuestro proceso educativo  y en nuestro entorno, no podemos cargarnos con más trabajo que el que necesitaba nuestra dinámica anterior, puesto que si no lo conseguimos, el nuevo método está condenado al fracaso más tarde o más temprano.
Si yo pretendo trabajar sin libros de texto, no puedo implementar una metodología que me requiera tres horas de preparación de material diariamente, o al menos no durante un tiempo excesivo. Puedo asumir esta circunstancia por un tiempo limitado, la ilusión del cambio me arrastrará por unas semanas, pero si no logro revertir esta situación, me cansaré y volveré a trabajar con los materiales anteriores, los libros de texto. 
Cualquier cambio metodológico tiene que suponer una mejora en el proceso de aprendizaje de los alumnos/as, pero también en el procedimiento de trabajo del docente. Veo a muchos maestros/as recortando cartulinas, diseñando materiales para una única actividad, decorando una pared y haciendo fotos que luego se comparten en las redes sociales en grupos de docentes. Pero también, cada vez más veo a compañeros/as que se han visto arrastrados a compartir la actividad "innovadora" en el centro echando sapos  y culebras por la poca rentabilidad que le ven a dicho trabajo. Si queremos un cambio metodológico, no puede venir por cargar a los docentes de tareas que pueden ser sustituibles, o que no son imprescindibles en la metodología que queremos cambiar, a no ser que tengan una rentabilidad pedagógica extraordinaria, que no suele ser el caso.
Si queremos un cambio real, debemos buscar la eficacia,  la eficiencia y la rentabilidad del trabajo por encima de cualquier otra consideración, incluida la estética; sobre todo la estética. Con ello no quiero decir que sea negativo fabricar materiales atractivos, quiero decir que no puede ser nuestra primera premisa, que tan solo debe ser un añadido, a realizar solamente cuando sea posible, y que suponga una carga de trabajo adicional.

Somos o al menos debemos ser profesionales, personas formadas para solucionar problemas complejos dentro de un campo determinado, no somos artistas, aunque pueda ser un plus. No debemos confundir el orden de las cosas. Lo importante es ser eficaces en nuestro trabajo, lo demás es secundario.

Lo importante es ser capaz de subir a una montaña, y hacerlo de la forma que nos genere el menor cansancio posible, aunque sea mucho más "cool" hacerlo mientras se cantan arias operísticas, por mucho que Plácido Domingo nos haya dado una ponencia como "experto" en educación.




miércoles, 17 de mayo de 2017

ONDALABOR. ABP EN SEXTO DE PRIMARIA LA EMISORA DE RADIO COMO ELEMENTO VERTEBRADOR.

El proyecto del tercer trimestre en nuestra clase es la creación de una emisora de radio online. Ya sé que no es novedoso, hay muchos centros que tienen la suya y funcionan muy bien. Sin embargo sí que es innovadora, puesto que con los medios precarios con los que contamos, hemos sabido y podido organizarnos, para producir unos programas que en relación calidad-precio son muy atractivos  
Nos hemos lanzado, y el elemento motivacional es alucinante, máximo. Lo primero fue proponer los programas que debía tener nuestra emisora y los géneros radiofónicos que queríamos tocar. Una vez decidido, repartirlos, dilucidar el número de reporteros que debía tener cada programa, sortear los puestos de la redacción, y una vez que cada alumno/a tenía en su poder la papeleta que le acreditaba como responsable de un determinado programa, poder realizar los cambios que creyesen convenientes, siempre bajo el consenso de todos los implicados.
Con la redacción definida, hemos elaborado lemas, logos y sintonías para cada programa, así como para la emisora. Hemos grabado y editado los mismos, hemos creado las plataformas donde vamos a colgar todos los programas, decidiéndonos por el uso de blogs, por la facilidad de acceso a los mismos, así como por ser ya competentes en la edición de los mismos. 
Con todo el trabajo previo organizado, redactamos los guiones de los programas, los revisamos y los grabamos en el ordenador del maestro, que es el más nuevo, solo tiene cinco años de antigüedad, ellos trabajan con tablets-pc que ya tienen una década, pero que hemos adaptado para que nos sean útiles. 
Con los programas grabados en formato audio, los equipos de redacción lo montan con las sintonías y los efectos que creen que son necesarios. Con el producto ya terminado, lo suben a una plataforma de podcasts y comparten el enlace en el blog de su programa que está enlazado en el general de la emisora. 
El trabajo es multicompetencial, es motivante y además es eficaz. No conlleva una sobreproducción de materiales ni de esfuerzo por parte del docente, que una vez explicado el proceso, se dedica a la supervisión de los resultados. 
En fin, que no es algo nuevo, pero para mis alumnos/as alumnas y para nuestro proceso educativo sí que ha sido innovador, y lo que es mejor, eficaz. Estamos muy contentos, tanto los niños/as como yo en mi labor docente.
Repaso las competencias que estamos trabajando:
Competencia lingüística. Evidente que en el desarrollo de los guiones, y en la producción de los programas, la trabajamos en profundidad. El lenguaje es el vehículo transmisor en un programa de radio.
Competencia matemático científico-tecnológica. En la edición de programas, en la medida de los tiempos, y en la creación de estadísticas de audiencia y de cualquier otro tipo que la temática de algunos programas pueda sugerir. Así como en los presupuestos a realizar sobre la publicidad necesaria para que la emisora sea viable económicamente, en un supuesto estudio de viabilidad.
Competencia digital. En la edición de los programas, también en la creación y adecuación de los blogs de los mismos. Además en su mantenimiento y en la creación de los podcasts, así como en la vinculación de los mismos a la red.
Competencia de aprender a aprender. En la toma de decisiones y organización del trabajo para que sea eficaz. La estructuración del mismo es una parte importante que nos ayudará a maximizar recursos y esfuerzos. Aplicado posteriormente a la dinámica de estudio y trabajo personalizado, mejorará las técnicas de futuros aprendizajes.
Competencia social y ciudadana. El trabajo en grupo y la autonomía de los mismos a la hora de tomar decisiones, llegando a acuerdos tanto en los temas a tratar, como en la realización de los diferentes programas. Aprendemos a que la colaboración eficaz es la mejor forma de crecimiento en el trabajo y la que nos proporciona  los mejores resultados. Deben definir liderazgos dentro de los grupos de trabajo y comprender que no deben ejercerse de forma autoritaria ni permanente, puesto que en este caso, el trabajo no llega a buen puerto.
La competencia emprendedora. Los alumnos/as son los responsables de la toma de decisiones de su programa en todos los sentidos. Deben de tomarlas para llegar al mejor resultado posible. El docente solo aconseja si se le solicita, favoreciendo, eso sí, la evaluación constante por parte del grupo de los resultados que se vayan obteniendo, potenciando las posibilidades de mejora.
La competencia de conciencia y expresión cultural. Los alumnos deciden la estética del blog donde alojan sus programas, diseñan el logo y el lema del programa, además de fabricar con los elementos que consideren necesarios la sintonía de los mismos. Aquí a  la hora de elegir el soporte musical de dichas sintonías queda patente el ambiente cultural en el que se mueven.


Os dejamos el enlace a la emisora. Pincha en el logo y comienza a escucharnos.



domingo, 14 de mayo de 2017

¿COMPETENCIA O CAPACIDAD COMPETENCIAL?

Si enfocamos nuestro trabajo desde la organización tradicional de áreas y adquisición de contenidos, no tendremos excesiva dificultad a la hora de la calificación de los alumnos/as. Quiero reseñar que no me estoy refiriendo a la evaluación, sino a la pura y dura calificación. Si el niño/a tiene los contenidos adquiridos, pues obtiene calificación positiva, y si no lo ha hecho, la calificación es negativa, y así tenemos resuelto el problema. 
Sin embargo, no tendremos las mismas facilidades si nos planteamos una evaluación por competencias. Deberíamos distinguir entre dos conceptos diferentes. Por un lado la capacidad competencial de los alumnos/as, y por otro, la adquisición de dicha competencia, evaluada a través de la realización de las tareas competenciales que se propongan por parte del docente.  
En el supuesto de una evaluación sobre la adquisición de los contenidos, el maestro no se suele plantear la responsabilidad del fracaso, si un alumno no los adquiere, surgirán dos alternativas, o el niño/a no es capaz, o es indolente en la capacidad de trabajo.
Pero si nuestro punto de referencia es la competencia, deberemos plantearnos si los alumnos/as tienen capacidad competencial, si la tienen y nos son capaces de realizar las tareas, se deberá, seguramente, al planteamiento de las mismas por parte del docente. Es desde este punto, desde donde podemos hablar de inteligencias múltiples y de todas las teorías pedagógicas que están en boga últimamente. Pero sin duda alguna la capacidad competencial es muy difícil de calificar, podremos hacerlo sobre la realización de las tareas competenciales que se lleven a cabo, pero no sobre las posibilidades de los niños/as, aunque se puedan intuir en las habilidades demostradas por los mismos, a la hora de plantear la resolución de dichas tareas.
En el trabajo con niños de compensación educativa solemos encontrarnos con esta paradoja. Son alumnos con un gran potencial, una gran capacidad competencial, y sin embargo, suelen tener unos resultados escolares muy negativos. Podemos pensar que el ambiente social y familiar en el que se mueven les condiciona y no favorece en absoluto su progresión escolar, y tendremos razón al afirmarlo así, pero también es cierto que si realizamos un giro en el planteamiento del proceso educativo al que les hacemos enfrentarse, seremos capaces de poder sacar todo el jugo a las posibilidades que ellos son capaces de ofrecer. Ciertamente el sistema, con la miopía que supone la calificación por áreas en las etapas obligatorias, no ayuda al docente a plantear el cambio metodológico necesario para llevar esto a buen puerto; pero si se quiere, se puede. Consiste en calificar las áreas desde las competencias y no al revés, que es la forma a la que nos han acostumbrado, y sin un proceso de reflexión, creemos única. Puede parecer complicado, pero no lo es en absoluto. Depende de la forma desde la que programamos nuestras tareas y de que tengamos claras nuestras prioridades docentes, dónde queremos llegar y qué queremos conseguir. 

Yo al menos lo tengo claro, si veo a un alumno/a con una alta capacidad competencial, modificaré mi sistema de trabajo las veces que haga falta, para poder transformar esa capacidad en competencia real. Además,  es mucho más fácil de lo que parece. La motivación viene dada con la cercanía de las tareas a los centros de interés de los alumnos, y se consigue con una evaluación previa de la situación en la que nos encontramos, y una individualización y adaptación de nuestro proceso a dicha realidad. Tan fácil y tan lejano a la vez, solamente debemos alejarnos de los paradigmas educativos  en los que nos quieren envolver.


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miércoles, 10 de mayo de 2017

PARA CREAR HAY QUE CREER

No soy muy dado a las citas, pero en esta ocasión voy a empezar con una de Albert Espinosa que viene pintiparada; "El crear y el creer está solo a una letra". Efectivamente, muchas veces somos víctimas de nuestros miedos y de nuestra propia falta de autoestima profesional, que normalmente no es todo lo alta que debiera. No creemos en lo que somos capaces de hacer, puesto que el sistema, tras muchos años de convencernos de las bondades de los libros de texto, ha conseguido que no solo nos  creamos ese paradigma, sino que además no veamos las posibilidades profesionales de las que disponemos.
No nos sentimos capaces de tomar una iniciativa que de verdad sea innovadora, sí que nos atrevemos a lanzarnos a repetir la que nos propone alguien, que curiosamente no suele estar en activo, y como mucho, podemos adaptarla a nuestra realidad. No es mala cosa, es positivo, puesto que tras cualquier proceso de adaptación metodológica se encuentra una profunda reflexión, y por lo tanto una evaluación de nuestro proceso educativo, pero somos capaces de ir mucho más allá.
Ya digo, es  positivo ser capaces de liberarnos de nuestro primer yugo profesional, el de las guías del maestro, que a veces en lugar de apoyarnos, nos ahogan. Eso sí, siempre por utilizar un falso concepto de nuestra profesión. Pero queda un segundo yugo, esta vez mucho más difícil de retirar y incluso de admitir, el de nuestra propia autoconfianza y el de la confianza en los compañeros cercanos. Nos bombardean a cursos de formación con etiquetas "innovadoras", que además suelen usar términos en inglés para darle una falsa apariencia de cientifismo barato. Parece que  escuchar a alguien que se ha creado, o le han creado un aura pedagógica en las redes sociales, y creer que los métodos que nos propone son infalibles y que van a dar un resultado mágico, es adaptar nuestros recursos profesionales desde una base sólida. Sin embargo, las pequeñas aportaciones que nos hacen, desde su trabajo diario, los compañeros de la clase de al lado, nos pasan inadvertidas, cuando realmente, son las más fáciles de implementar. Pero claro, nuestro compañero/a no es un gurú educativo que dicta sus sentencias metodológicas desde las redes sociales. Se da el caso de que hay centros que informan sobre una determinada metodología que algunos compañeros/as han adquirido a través de un curso de formación externo, y sin embargo, docentes que la están llevando a cabo en el mismo centro, adaptadas a las idiosincrasias particulares de ese colegio, pasan inadvertidos para el resto de compañeros/as. Preferimos obtener información desde fuentes foráneas, que muchas veces, no tienen un auténtico soporte en la realidad, a contrastar su funcionamiento, aunque sea desde una práctica heterodoxa, del manantial que tenemos a nuestro lado. De todas formas, ¿quién dicta la ortodoxia de una metodología educativa? Evidentemente quien la está llevando a la práctica, puesto que cada puesta en práctica no deja de ser un método nuevo, eficaz o no en un momento y lugar determinados y concretos.
Es como si al lado de una fuente pirenaica, nos diese por beber agua embotellada, y no nos percatásemos de que podríamos habernos ahorrado el transporte de la misma bebiendo un agua más sana y natural además.
Debemos creer en lo que queremos hacer, debemos liberarnos de los miedos al fracaso, por algo evaluamos el proceso, para realizar las adaptaciones que surjan y que sean necesarias, incluso para abortarlo si dicha evaluación es muy negativa y comenzar usando otro enfoque metodológico. Lo dicho al crear y  al creer tan solo les separa una letra. Tan solo lograremos realizar acrobacias si somos capaces de pensar que podemos lograrlo. Pero sin duda, nos sentiremos más seguros si le vemos realizar una parecida al compañero que tenemos al lado, mucho más que si la hemos visto hacer en un video, en una condiciones diferentes a la mía, aunque pueda ser el campeón del mundo.






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domingo, 7 de mayo de 2017

DESENREDANDO EN EL IES. MULTICOMPETENCIALIDAD EN SECUNDARIA.

Ha llegado a mi conocimiento una interesantísima iniciativa que están llevando a cabo en el IES Valdespartera de Zaragoza. El proyecto JUNTOS-YAYOS. Podemos pensar que en secundaria, con la preparación para la Universidad y todas las cuestiones que se consideran "importantes y fundamentales", no caben "ocurrencias" pedagógicas y didácticas como el trabajo por proyectos, la multicompetencialidad, la gamificación y todas esas "tonterías". Muchos docentes ponen cara de sesudos expertos y diciendo aquello de... ¡Cómo ha bajado el nivel! ¡Llegan sin saber los conceptos y contenidos fundamentales! ¡No sé donde vamos a llegar!
Sin embargo propuestas como la que os muestro me hacen confiar en que no es así, que se puede y se consigue trabajar de otra forma, que la formación integral y competencial es posible. Propongo un enlace, puesto que resulta un poco extenso para copiarlo en el blog, pero merece la pena dedicar un tiempo a leerlo, a mí me ha entusiasmado.
PINCHA AQUÍ Y ACCEDE A LA MEMORIA DEL PROYECTO JUNTOS-YAYOS.


miércoles, 3 de mayo de 2017

LA IMPORTANCIA DEL ERROR Y LA FRUSTRACIÓN, O LA SOBREPROTECCIÓN DE LOS HIJOS

Los padres y las madres actuales sobreprotegen a sus hijos/as. Es un mantra que se repite constantemente y algo de realidad hay detrás de él. Sin duda, como padres no queremos que nuestros hijos pasen por malos momentos, pero creo que esto se debe a una actitud egoísta. Si mis hijos sufren, me produce angustia y malestar, y una forma de asegurarme mi comodidad afectiva, es evitar que ellos/as lo pasen mal. Así increparé a todas las personas y estamentos que les pongan en situaciones difíciles, aunque las mismas sean adecuadas en el proceso educativo. Pero ocultando la realidad no vamos a conseguir que desaparezca.
 La vida está llena de frustraciones, y es nuestro deber como docentes, configurar situaciones de aprendizaje que conlleven afrontar las mismas, para así, llegar a poder hacerlo de la forma más adecuada en el futuro.
Pensar en la felicidad de los niños/as como el único entorno en el que deben moverse es un gran error. Los alumnos/as no deben padecer situaciones de angustia como algo habitual en el mundo escolar. Recuerdo en mi infancia días duros en la escuela, con miedo a la bofetada que podía recibir si no había hecho bien los deberes o si cometía un error de cálculo a la hora de solucionar una operación aritmética. No  consiste en eso, pero tampoco en facilitar el camino sin que ninguna de las actividades pueda generar la más mínima frustración en los niños/as. Deben aprender a conllevar estas situaciones, y si logran hacerlo en la escuela, donde las consecuencias pueden mediatizarse y matizarse mejor que mejor. No pasa nada por obtener una mala calificación en un momento determinado, si logramos hacer entender en el niño/a que se trata de una consecuencia de una mala actitud. No pasa nada por aprender a realizar una evaluación sobre el proceso por parte del alumno/a a través de una frustración, donde comience a modificar actos y actitudes, donde aprenda que lo importante no es ser perfecto, por mucho que tus padres te quieran ver así, sino que es mucho más interesante ver cuando hemos actuado mal y saber como rectificarlo.
Nunca es conveniente buscar justificaciones externas a una mala conducta, aunque como padres lo busquemos como primera solución, es mucho más  importante aprender a ser empático, darnos cuenta de a quien ha afectado nuestra actitud, y hacer lo posible para reparar y compensar el daño causado con nuestra actuación.
 En las tutorías les digo a los padres/madres que no hay que estar sujetando a los niños/as para que no se caigan, que hay que dejarles caer, evitando que el golpe sea muy fuerte, eso sí, aunque deben llevárselo, y enseñarles a levantarse con rapidez y con más fuerza.
Cuando se accede a la edad adulta, la vida te golpea con multitud de injusticias en todos los campos, si desde pequeños hemos aprendido a afrontarlas, a conllevarlas y a sacar el máximo provecho de cada situación, intentando que nos genere la menor ansiedad posible, habremos recibido de la escuela la mejor de las enseñanzas.
Pero raramente se tiene en cuenta esta premisa, a veces los docentes nos instalamos en el sentido de la justicia que creemos que da una determinada calificación de una prueba escrita, nos subimos en un pedetal y nos mostramos inflexibles desde este punto. Esgrimimos que es problema del alumno/a y de su capacidad de esfuerzo, pero no le damos ninguna otra alternativa desde  nuestra posición en la escala escolar. La motivación al alumno debe ser otra, puesto que si no buscamos una alternativa pedagógica a esta situación, lograremos dos reacciones y las dos negativas. La primera una angustia hacia el fracaso que hemos descrito antes, con una paralización emocional por parte del alumno/a, casi siempre mal gestionada. La segunda una desafección hacia las tareas propuestas que acaba en el desinterés por lo escolar y el abandono futuro.
Todo esto es mejorable desde dos actuaciones docentes, individualizar el proceso y evaluar constantemente el mismo. Formar personas competentes debe centrarse en este punto como primer paso. No servirá  de nada conseguir que un alumno sea capaz, en un futuro, de solucionar un problema complejo, si no logramos, lo primero, que ante las dificultades, que seguro que le irán surgiendo, no se arrugue y desista del trabajo emprendido.
Para ello los docentes debemos ser conscientes, y enfocar el proceso educativo desde esta premisa. Por otro lado, los padres/madres tienen  que tirar del mismo carro, y en la sociedad actual no es lo habitual. No pueden excusar a sus hijos/as tras un error, no se debe apelar a excusas externas,  hay que asumir las imperfecciones de los hijos/as y aprovechar los fallos como elementos de partida sin llegar a  ver una falsa estigmatización de sus hijos/as. Educar no consiste en evitar que los niños/as vean las consecuencias de sus errores, educar es abrazarles, pero hacerles comprender la forma en la que deben actuar en un futuro para evitar cometerlos y explicarles que no pasa nada por afrontar las consecuencias de los mismos, si se ha reconocido que se puede actuar mejor.




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