En todos los aspectos de la vida hay que tener muy claro hacia donde
queremos avanzar, si no partimos con esta premisa clara iremos dando tumbos y
realizando esfuerzos que a la larga serán baldíos. No hay nada que desanime más
que los esfuerzos sin consecuencia beneficiosa, sobre todo si dependen de la
ocurrencia o el estado de ánimo de un tercero.
En el sector educativo estamos más que hartos de estos vaivenes, el desánimo
está bastante generalizado y hemos llegado al peligroso punto donde la frase
"yo lo hago como siempre, ya que total, lo volverán a cambiar", es cierta.
Cuando se tiene convicción en emprender un nuevo camino, se cree que es
mejor que el que se ha estado siguiendo y que va a resultar beneficioso para
los que caminan por él, se debe hacer con las alternativas bien estudiadas
y teniendo muy en cuenta los cruces que nos vamos a encontrar conforme vayamos
avanzando, para no errar en exceso ante las disyuntivas que van a ir apareciendo.
No hay problema si nos equivocamos de camino alguna vez, somos inexpertos en
esta trayectoria, pero debemos estar preparados/as para darnos cuenta
rápidamente de nuestro error y retomar la senda adecuada. Por eso mismo es
imprescindible saber donde está nuestra meta, tener muy claros los objetivos
finales, para poder reorientarnos si nos perdemos en un momento dado.
Se nos está diciendo que el futuro de la evaluación y del trabajo en los
centros es conseguir que los alumnos/as sean más competentes y puedan
enfrentarse mejor a las dificultades con las que van a encontrarse en el
futuro, tanto en su trayectoria académica como en su devenir diario.
Por ello las programaciones van enfocadas ahora desde el trabajo para
adquirir unos estándares que nos ayudan a lograrlo.
Así también evaluamos a los niños/as en el grado de adquisición de esas
competencias, de forma que las familias sean conocedoras del momento de
desarrollo escolar de sus hijos/as a la vez que les damos nuestra opinión
profesional sobre su actual capacidad competencial.
De toda esta reflexión y esta tendencia, que por cierto a mí me parece más
que razonable, surge el doble boletín de notas donde evaluamos y calificamos a
los alumnos/as por áreas y por competencias. Creo que duplicar las
calificaciones no tiene mucho sentido, deberíamos centrarnos en el competencial
e ir abandonando poco a poco el de área como elemento residual, solo entendible
como un elemento transicional para facilitar el ajuste de las familias a la
nueva tendencia.
Desde el curso pasado la decisión de la promoción o no de los niños/as viene
marcada por la calificación que obtienen en el apartado competencial. Tiene
sentido, además de ser una calificación que depende de todos los docentes,
expresa mejor las necesidades educativas que tienen los niños/as para
permanecer un año más en el curso. Sin embargo a la hora de rellenar el
expediente mediante la aplicación informática, nos requiere que marquemos las
áreas que no se han superado en el caso de que haya habido promoción sin
superar todos los objetivos. !LAS ÁREAS Y NO LAS COMPETENCIAS¡ No lo entiendo.
No tiene ningún sentido, si lo que importa son las competencias adquiridas y
el momento competencial en el que se encuentra el niño/a, no debería pasar nada
si no superase alguna de las áreas por el motivo que fuese. Si es competente lo
es y, en todo caso, deberíamos marcar en los expedientes con promoción y
objetivos pendientes las competencias en las que todavía no es competente,
valga la redundancia. Lo otro es querer y no poder, apostar por algo pero con
miedo a equivocarse, da imagen de poco convencimiento en lo que se propone. Es
ir por un camino, sin tener claro donde queremos llegar, nos vamos a perder con toda seguridad.